jueves, 21 de marzo de 2024



Me pasó con Corazonada que, de tan inmenso, no he sabido (no sé) cómo dejar la lectura con un sentido que sirva, de alguna forma para contar el libro: cada vez que han surgido debates, que han surgido porque es un libro que, de una manera generosa y diría bruta, ahí te pone no ya un río, un torrente, pero un torrente de agua dulce, y cuando se debate (qué bello que un libro no genere una sola reacción, que mueva) yo solo puedo contestar con frases subrayadas del mismo. Sí, es mucho, sí, se queda uno como si hubiese entrado en una posición distinta del planeta y se sale mareado, sí, como en cualquier poemario, hay textos que brillan más que otros, pero todos tienen brillos: sí, es una escritura inteligente, generosa, que dialoga. Y qué más se pide a un libro, me pregunto, pero cómo contar un planeta entero. Leo lo que la gente que sabe explicarse mejor dice y digo, sí. Oigo las entrevistas y digo, sí.


Con El Arte de encender las palabras me pasa algo similar, no en este caso por ser un planeta-otro, sino porque, de nuevo, la generosidad es inmensa y nos contesta y nos habla. Estás en el libro y te vas a tus textos y dudas, aprendes, hablas de él con los demás: te hace mejor lector, te pone en las cuerdas, con suavidad y dulzura de nuevo, como escritor y, oh, te cede amantes: un libro para entender las palabras cuando encienden, un libro para leer preguntando mejor, pero sobre todo un libro llenito de amantes que te hacen ojitos y que apuntas o los reconoces, amados y dobladitas sus esquinas, en la estantería. Un libro que sabe decir cosas que no sé cómo ha logrado decir. Un libro que debería generar diálogos con otros, con la escritura, obligarnos a sacar esquemas. Pero yo me quedo así, extasiada. Cómo contar el libro: el libro-acordeón, que es algo a lo que tienden los libros de Berta, tan dobladito que le quedan las hojas, que más que señalar hacen de aplauso.

«Cuando digo conocimiento digo fantasía»«lo poético: un yoctosegundo (que puede sentirse como una eternidad) y un acá (que puede sentirse como un por-todas-partes)», nos dice introduciendo el ensayo.
Un ensayo lleno de asteriscos que te mueven por la hoja y te suben y te bajan y te hacen decir ¡oh! muchas veces. Y aún así, le caben más a los márgenes, que no cunda el pánico.

Viendo que no iba a ser capaz, conforme de avanzaba, de saber decir casi nada: empecé a hacer anotaciones y eso os cuento:
  1. Leer a Berta en márgenes y flechas ocupando todos los márgenes de la página me recuerda a mis apuntes: si algo no entraba en el folio donde había 1 idea principal (¿un matiz exacto?)¡alerta! lo podía olvidar al dar la vuelta el folio, así que había que hacer porque cupiese: que la idea estuviera juntita y prieta.
  2. La palabra cuajadura me hace querer comer postres, y yo soy principalmente de salado: en concreto, me hace pensar en los postres de chocolate blanco y una galleta encima, marca Montero, que son muy de mi madre, sin ser de mi madre la fábrica.
*Capítulo 1:  «La poesía es un manto: Tropos y conceptualización»
Como el pan y los pájaros: se abren los caminitos de la lectura que son dirección y pirueta. La lectura de la poesía no es exactamente lineal, ni exactamente a saltos.

*Capítulo 2«La poesía es un pellizco: más allá de los tropos, más allá de la conceptualización»
Hibridar. Corporalidad ¿duendes translúcidos?. Coagular. Presencias. Fantasmitas con huellas tipográficas, un picor de estornudo.
Trovar= robar, ovar.
Chorreante.

*Capítulo 3 ¿Cómo qué...? La lectura como puzle, la lectura como halo. +Color+ Temperatura+ qué puta locura es esto. 

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