Una habitación propia y otros ensayos. WOOLF, Virginia. (I)
Una habitación propia y otros ensayos de Virginia Woolf con prólogo de Federico
Patán, con la selección de los siguientes ensayos: La muerte de la polilla, El viejo Bloomsbury, Una habitación propia
(tercer y cuatro capítulo), La vida y el novelista, La narrativa moderna, El
punto de vista ruso, y Defoe,
Jane Eyrne y Cumbres borrascosas, Los cuentos de fantasmas de Henry James,
Joseph Conrad, Las novelas de E.M.Forster, Un ensayo de crítica.((II) a destriopar aún.
“(…) También
las cornejas se dedicaban a una de sus festividades anuales; planeando sobre
las copas de los árboles hasta simular que una red vasta, hecha con miles de
nudos negros, había sido lanzada al aire; la cual, tras algunos momentos, se
hundía lentamente en los árboles, hasta que cada rama parecía tener un nudo
negro en la punta(…)
(…)la
polilla, en plena agitación, de un lado al otro del cuadrado formado por el
panel de la ventana. Era imposible no observarla. Se estaba, de hecho,
consciente de un extraño sentimiento de piedad por ella. Esa mañana las
posibilidades de gozo parecían tan enormes y tan variadas, que sólo tener en la
vida el papel de polilla, y encima de una polilla diurna, sonaba a un destino
duro, como patético era su celo de disfrutar en plenitud esas magras
oportunidades. Volaba con energía hasta una esquina de su compartimento y, tras
aguardar allí un segundo, hacia la opuesta. ¿Qué le quedaba sino volar hasta
la tercera esquina y luego la cuarta? Era lo único que podía hacer a pesar
del tamaño de las colinas, la anchura del cielo, el humo lejano de las casas y,
de vez en cuando, la voz romántica de un vapor allá en el mar. Lo que podía
hacer lo hacía. (…)
(…)Se es
proclive a olvidarse de la vida, viéndola encorvada y dominada y aderezada y
oprimida de modo tal que ha de moverse con la mayor circunspección y dignidad. (…)”
Fragmentos del ensayo La muerte de la polilla.
“(…) Una
sociedad de sodomitas tiene muchas ventajas, si se es mujer. Es sencilla, es
honesta, en algunos sentidos nos hace sentir, según lo anoté, cómodas. Pero
tiene sus defectos; con los sodomitas no se puede, según lo expresan las
gobernantas, insinuarse. Algo queda suprimido, ahogado todo el tiempo. Ocurre
que ese insinuarse, el cual no necesariamente significa copular y no del todo
estar enamorado, es uno de los grandes deleites, una de las grandes necesidades
de la vida. Sólo entonces cesa todo esfuerzo, se deja de ser honesto, se deja
de ser listo. Se burbujea hasta llegar a una absurda y deleitosa efervescencia
de agua de soda y champaña, a través de la cual se ve al mundo teñido con todos
los colores del arco iris. (…)”
Fragmento perteneciente al ensayo El viejo Bloomsbury.
(…)Porque la
ficción, es decir la obra de imaginación, no es lanzada contra el suelo como un
guijarro, lo que tal vez sí ocurre con la ciencia; la ficción es como la tela
de una araña, acaso sostenida del modo más ligero imaginable, y sin embargo
sostenida de la vida por los cuatro costados. A veces tal vinculación es apenas
perceptible. (…)
(…) desde el
inicio de los tiempos las mujeres han ardido como faros en todas las obras de
todos los poetas (…)
(…) algún
tipo de genio debe haber existido entre las mujeres, como debe haber existido
en las clases trabajadoras. De vez en cuando una Emily Brontë o un Robert Burns
surgen como un flamazo y certifican su presencia. Pero es seguro que nunca
llegaron a ser noticia impresa. (…)
(…)Llevar una
vida libre en el Londres del siglo XVI habría significado para una mujer que
fuera poeta y dramaturga, un estrés nervioso y un dilema que bien hubieran
podido matarla. De haber sobrevivido, cualquier cosa que hubiera escrito habría
quedado retorcida y deformada, por salir de una imaginación violentada y
mórbida. Y sin duda, pensé mirando el estante donde no hay dramas escritos por
mujeres, su obra habría aparecido en forma anónima. (…)
(…) ¿Cuál es
el estado mental más propicio al acto de la creación? ¿Puede uno hacerse de
alguna noción sobre el estado que estimula y hace posible esa extraña
actividad? (…)
(…) Y se
deduce de esa enorme literatura moderna confesional y de autoanálisis que
escribir una obra de genio es, casi siempre, una proeza de dificultad
prodigiosa. Todo se opone a la posibilidad de que surja de la mente del
escritor íntegra y completa. Por lo general están en su contra circunstancias
materiales. Los perros ladran, la gente interrumpe, es necesario ganar dinero,
la salud falla. Más aún, para acentuar todas esas dificultades y volverlas más
duras de soportar, está la notoria indiferencia del mundo. No le pide a la
gente que escriba poemas y novelas e historias; no las necesita. No le importa
si Flaubert halla la palabra adecuada o si Carlyle verifica escrupulosamente
este o aquel hecho. Claro, no pagará por lo que no desea. De esta manera el
escritor -Keats, Flaubert, Carlyle-sufre, en especial en los años creadores de
la juventud, toda suerte de distracción y descorazonamiento. (…)
(…) es hora
ya de que se mida el efecto del descorazonamiento en la mente del artista, como
he visto que las compañías lecheras miden los efectos de la leche común y
corriente y de la clase A en el cuerpo de las ratas. (…)
(…)el genio
debe desentenderse de tales opiniones; que el genio debe estar por encima de lo
que se diga de él. Por desgracia, son los hombres y las mujeres de genio
quienes más se interesan en lo que se dice de ellos. (…)”
Fragmentos del ensayo Una habitación propia, tercer capítulo.
“(…)El dinero
dignifica aquello tomado por frívolo si no se lo paga. (…)
“(…) Pues las
obras maestras no son nacimientos únicos y solitarios, sino el resultado de
muchos años de pensamiento en común, de ese pensamiento surgido de la totalidad
de la gente, de modo que la experiencia de la masa se encuentra tras la voz
singular. (…)”
“(…)¿Quiénes
me culpan? Muchos sin duda, y me llamarán descontenta. No podía evitarlo: en mi
naturaleza estaba el desasosiego, que a veces me agitaba hasta el dolor... (…)”Anoto: el desasosiego ahoga. Si uno
piensa en quien se ahoga, sufra un atraganto o no haya aprendido a respirar
dentro de un contexto- ahogo de ansia de adaptación por falta de adaptación- se
imprime el movimiento de la desesperación, nadie se ahoga quieto sino que el
impulso es trepar para lograr aire. Ahogarse no es dejarse ir, es no saber cómo
moverse para lograr aire, para obtener el propio auto respeto.
(…)En los
párrafos que cité de Jane Eyre queda claro que la rabia interfería con la
integridad de Charlotte Brontë la novelista. Abandonó su historia, a la cual
debía su entera devoción, para atender alguna queja personal. (…)”
Fragmentos
del ensayo Una habitación propia,
cuarto capítulo.
“(…)Aplicado
a las personas, ese mismo método da los mismos resultados. Se agrega una
cualidad a otra, un hecho a otro, hasta que cesamos de discriminar y nuestro
interés queda sofocado bajo una plétora de palabras. (…)La tarea de un escritor
es tomar una cosa y dejarla representar veinte, tarea peligrosa y difícil. Pero
sólo así queda liberado el lector del amontonamiento y confusión de la vida y
marcado eficazmente con ese aspecto particular que el escritor desea
presentarnos.
(…)Para
sobrevivir, cada oración debe tener, en su núcleo, una chispita de fuego y
ésta, no importando el riesgo, debe arrancarla el novelista con sus propias
manos de la fogata. (…)”
Fragmentos entresacados del ensayo La vida y el novelista
“(…)En el
caso del señor Wells, se aparta notablemente del hito. Pero incluso en él
muestra a nuestro pensamiento la amalgama fatal de su genio, el enorme grumo de
yeso que consiguió mezclarse con la pureza de su inspiración. (…)
(…) ¿qué si
la vida se rehusa a vivir aquí? Es un riesgo que bien pueden presumir de haber
superado el creador de The Old Wives' Tale (Cuento de viejas), George Cannon,
Edwin Clayhanger y multitud de otras figuras; Sus personajes tienen vida en
abundancia e, incluso, inesperada, pero queda por preguntar ¿cómo viven y para
qué viven? (…)
(…)Examínese
por un momento una mente ordinaria en un día ordinario. Esa mente recibe
miríadas de impresiones: triviales, fantásticas, evanescentes o grabadas con el
filo del acero. Esas miríadas vienen de todos sitios, una lluvia incesante de átomos
innumerables; y según descienden, según se transforman en la vida del lunes o
del martes, el acento cae en un lugar diferente al del viejo estilo; el momento
importante no viene aquí sino allí; de modo que si un escritor fuera libre y no
esclavo, si pudiera escribir de acuerdo con sus elecciones y no sus
obligaciones, si pudiera basar su trabajo sobre sus sentimientos y no las
convenciones, no habría trama, ni comedia, ni tragedia, ni intereses amorosos o
catástrofes al estilo aceptado y, tal vez, ni un sólo botón cosido al modo que
quisieran los sastres de Bond Street. La vida no es una serie de farolas
ordenadas simétricamente, sino un halo luminoso, una envoltura semitransparente
que nos rodea desde el inicio de nuestra conciencia hasta su final. (…)”
Fragmentos de su ensayo La narrativa moderna
“(…) Pero es
el sufrimiento común el que produce esa sensación de hermandad y no la
felicidad, el esfuerzo o el deseo común. Esa "tristeza profunda"
que el Dr. Hagberg Wright piensa típica del pueblo ruso es la que crea su
literatura. Desde luego, una generalización de este tipo, incluso aunque
verdadera en cierto grado cuando se la aplica al cuerpo de la literatura,
cambia profundamente si un escritor de genio se pone a trabajar con ella. De
inmediato surgen otras cuestiones. Se ve entonces que una
"actitud" no es sencilla, sino compleja en grado sumo. Hombres
robados de sus sacos y de sus modales, aturdidos por un accidente ferroviario,
dicen cosas duras, cosas ásperas, cosas desagradables, cosas difíciles, incluso
aunque las digan con el abandono y la sencillez que en ellos producen las
catástrofes. Ante Chéjov, nuestras primeras impresiones no son de sencillez,
sino de perplejidad. ¿Qué quiere decir, por qué extrae un cuento de esto? (…)
“
((Sobre
Tolstoi…)Es metropolitano, no suburbano. Sus sentidos, su intelecto, son
agudos, poderosos y están bien nutridos. Hay algo de orgulloso y soberbio en el
ataque que una mente y un cuerpo así lanzan sobre la vida. Nada parece
escapársele. Nada escapa a su vista sin ser registrado. Por tanto, nadie puede
transmitir como él la excitación del deporte, la belleza de los caballos y toda
el hambre fiera por el mundo de los sentidos que posee un joven fuerte. Toda
ramita, toda pluma se pega a su imán. Nota el azul o el rojo del blusón de un
niño, el modo en que un caballo mueve la cola, el sonido de una tos, las
acciones de un hombre que intenta meter las manos en unos bolsillos que han
sido cosidos. Y lo que informa su ojo infalible sobre una tos o los trucos de
unas manos su cerebro infalible lo une a algo oculto en el carácter de la
gente, de modo que la conocemos no sólo por el modo en el que ama y sus puntos
de vista políticos y la inmortalidad del alma, sino también por el modo en que
estornuda y se atraganta. Incluso tratándose de una traducción, sentimos que
nos han puesto en la cima de una montaña con un telescopio en las manos. Todo
es asombrosamente claro y absolutamente nítido. Pero entonces, de pronto, justo
cuando exultamos, respirando hondo, sintiéndonos a la vez fortalecidos y
purificados, algún detalle -tal vez la cabeza de un hombre- nos llega, de modo
alarmante, desde el cuadro, como si expulsado de allí por la intensidad misma
de la vida que tiene. (…)
(…) La vida
domina a Tolstói tal como el alma domina a Dostoievsky. (…)”.
Del ensayo El punto de vista ruso