martes, 3 de diciembre de 2013

Hambre, Knut Hamsun

HAMSUN, Knut. Hambre. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Ediciones de la Torre, segunda edición revisada. Madrid, 2004. Original en noruego: 1890.




“(…) ¡Quédeselo, quédeselo!, respondí, ¡bien se lo ha merecido! No es gran cosa, apenas nada, más o menos todo lo que poseo en esta tierra. (…)”

“(…) Yo me reía, me reía y me golpeaba la rodilla como si me hubiera vuelto loco. Y de mi garganta no salía ni un sonido, mi risa era silenciosa y febril, intensa como un sollozo… (…)
No sentía dolor alguno, el hambre lo había sofocado; en su lugar me sentía agradablemente vacío, indiferente a todo lo que me rodeaba y contento de que nadie me viera. Puse las piernas por encima del banco y me eché hacia atrás, así podía sentir mejor el poder del aislamiento. No había nube alguna en mi mente, ni la mínima sensación de malestar, y hasta donde llegaba mi pensamiento no tenía ni un deseo insatisfecho. Estaba tumbado con los ojos abiertos ausente de mí mismo, me sentía deliciosamente distante. (…)”

“(…) ¡Ja! Me imaginé haber inventado una palabra nueva. Me incorporo en la cama y digo: No existe en el idioma, yo la he inventado, kibuo. Tiene letras como cualquier palabra. Dios mío, has inventado una palabra… kibuo… de gran significado gramatical. (…)

Podían estar escuchándome, y tenía el propósito de mantener mi invento en secreto. Había entrado en la alegre locura del hambre; me encontraba vacío y sin dolor, y mi pensamiento no tenía frenos. Con los saltos más extraños en mi razonamiento, intento investigar el significado de la nueva palabra (…)"

“(…) Iba a morir, era otoñó y todo estaba a punto de comenzar la hibernación (…) cada vez que renacía en mí la esperanza de una posible salvación susurraba con hostilidad: ¡Pero idiota, si ya has empezado a morir! (…)”

“(…) Tendría que estar indescriptiblemente flaco. Y los ojos se me estaban empezando a salir de la cabeza.
¿Qué aspecto tenía realmente? ¡También era cosa del demonio que encima el hambre lo desfigure a uno! Una vez más noté que me invadía la rabia, la última llamarada, una convulsión. ¡Dios nos libre de una cara así! ¿Eh? (…)”

“(…) … Escupí lejos en la acera, sin preocuparme de si alcanzaba a alguien o no; estaba furioso, lleno de desprecio hacia esas gentes que se frotaban unos contra otros, apareándose ante mis ojos. Levanté la cabeza y sentí la bendición de conservar mi pureza. (…)"

“(…) La locura se apodera rabiosa de mi cerebro y yo se lo permito, soy muy consciente de que estoy sometido a influencias sobre las que no tengo ningún control (…)"

 “(…)Kierulf, ese comerciante de lanas que durante tanto tiempo había estado dando vueltas en mi cerebro, ese hombre en cuya existencia creía y a quien necesitaba ver, había desaparecido de mi memoria, había sido borrado junto con todas esas locas ocurrencias que iban y venían por turnos. (…)”

“(…) Me acosté con la ropa mojada; tenía la vaga idea de que probablemente moriría esa noche, y empleé mis últimas fuerzas en ordenar un poco mi cama para que mi entorno presentara un aspecto decoroso a la mañana siguiente. Entrelacé las manos y elegí una postura. (…)”


(…) Lo único que me molestaba un poco era el hambre, y eso a pesar de las náuseas que sentía al ver la comida. Volví a tener unas escandalosas ganas de comer, un voraz apetito interior que aumentaba por momentos. Me roía despiadadamente las entrañas, con una insistencia silenciosa y singular. Era como si una veintena de minúsculos animalitos ladearan la cabeza para roer un poquito por un lado y luego se volvieran hacia el otro lado y royeran otro poco, para después quedarse quietos un rato y empezar de nuevo, penetrando sin ruido y sin prisa, y dejando trechos vacíos por donde avanzaban… (…)"