Contexto: Recibir un pedido de libros, cuando además has obviado moverte de la silla
y pensado que, (salivas, caja color caja de amazón), sería mejor la espera
lenta y dilatada- de dos días- y la emoción de que los libros llamaran a la
puerta.
Este es el sentido de entretenimiento que se encuentra en amazón, luego los
libros tienen toda su entidad, aunque no huelen a librería y te acusan de no
alimentar al pequeño comercio- que llevas meses planeando comprar y entonces
preparar el escenario, tras esta espera que se aceleró por no poder con más
críticas leídas de uno de los integrantes del pedido en cuestión pese, nos pasa
a todos, a tener un porrón de libros esperando a ser leídos cuya ansiedad de
adquisición fue la misma, con distintas aproximaciones y variantes en su
compra.
Entonces, estás en paro, de baja, te duele una muela, e incluso todo a la
vez, da igual, estás con tiempo, esa es la cosa. Te has dicho ¡qué viva el
turquesa y si me llaman, salgo! Te pintas los morros real red y decides que hoy
-por eso o, insisto, por lo que sea, si vienes de un entierro puedes también- hoy vas a ser como (una) moderna.
Apuntas mientras escribes: revisar acento de Amazon, tienes esa mente de rincón y de cabrón que te hace acentuarlo una y otra vez: amazón, amazón, amazón obviando su sonido, primero, su origen, después. Qué se le va a hacer, tu escritura es un mojón.
Es necesario dejar la mesa despejada, tener flexo a mano o luz natural y,
por supuesto, llevar las uñas bien pintadas.
Siendo el primer paso limpiar y, en caso de que no las lleves
demasiado vistosas, el segundo paso: pintarte las uñas. Los colores
pueden ser fuertes, con el rojo nunca fallas y luego hay cosas muy animadas por
ahí. Yo me he decantado por el rojo socorrido- que es el mismo rojo que usaré
durante su vida, la de esmalte, antes de su defunción-secado, para tapar los
restos de hace un mes, o dos, que aún permanecen adheridos a las uñas.
En el paso dos, y ya que te pones, aprovecha para pintarte ambas manos,
aunque sólo vaya a salir seguramente una de ellas y ni siquiera entera.
El tercer paso, y el más importante y peliagudo de la operación,
es dejarlas secar, esperar sin dejarte llevar por el ansia. Ya que estás, date
también un poco de crema, volverás a tener manos donde ahora sólo hay lijas.
Ódiame, tienes que volver a esperar mientras la crema se absorbe.
Podemos, entonces, pasar al cuarto paso: situar objetos que te agraden
cerca del lugar a fotografiar. Prueba varios encuadres. Se aconseja simular
un descuido ordenado y, además, tener un segundo escenario, un plan b preparado
por si al llegar a este paso ya estás hasta los huevos- cuelguen estos o se
encojan a cada lado de la matriz-.
Paso 5, abrir paquete: mirar uno de los libros que no llega a tamaño de
libreta y pensar, ¡ay! Porque las cosas cuando se compran y son grandes parecen
más de verdad, más importantes o, sino más importantes- las importantes suelen
ser mínimas e incluso invisibles-, al menos mejor pagadas.
El resto sí tiene el tamaño. Y los cuatro, magnetismo y tacto. Dos llevan
en la lista de Amazon mucho tiempo: encuentro afinidad con las lecturas de Luna
Miguel y, por la temática, suelen irse de la lista de libros que quiero a la
lista de deseos o algo así: se trasladan mágicamente. El tercero que esperaba
lo hacía con vistas de encontrar, físicamente, una segunda edición que hubiera
tenido el afecto de otra lectura- cuando creo que es posible así lo prefiero-
pero la librera de la Cuesta de Moyano me dijo que nanai, que cuando les
llegaba alguno, y esto era muy pocas veces- nadie quiere vender sus libros de
cabecera, hay muchos libros que vender antes que La casa encendida- no duraba
un día en el puesto. Puesto que ocupó cuando, el cuarto en discordia, se me
antojo ya hasta no encontrar excusas para auto-regalarmelo si, por casualidad,
lograba tener un motivo de premio antes de navidad, o por navidad,
directamente. Ahora otros ocupan la excusa, porque las Técnicas de iluminación
querían brillar por su presencia. Y vaya si lo han hecho. Volviendo al relato,
a lo que nos importa o nos ocupa, que va de cómo preparar una lectura como si
fuéramos (una) moderna.
Al sexto paso: fotografiar. Ahora es el momento de ver cómo
funcionan los escenarios con los libros e ir probando: son los mejores objetos
del mundo y la imagen debe hacer honor a ello.
Se hace evidente que cuatro a la vez son excesivos, rápido empezamos con
dos y dos, por tono y saturación a elegir cada pareja. Pronto las
ambientaciones previas se hacen pesadas, excesivas y piden aire. Me pongo a
recordar entonces antiguas lecciones: dónde mover el color, compensar con
la regla naranja el peso de los dos libros en el margen derecho, coger colores
que estén en la portada y disponerlos con objetos de tonos similares para
encontrar equilibrio en lo exterior. Un todo que participa de un todo. (Aplica
las lecciones de Culebras y sí, obtendrás un bodegón tan barroco como los que
ésta defendía.) Sí: simplificar. Difícil cuando la mesa da mil brillos
al ser de metal y triplica las formas espejadas: fácil solución si, como yo,
vives rodeado de maderas y soportes a la espera de tu atención. Mil fotos
y dos mil fotos, porque qué bonito es un libro, porque este mirar antes
de leer es cosa que vale mucho, aunque por tener poco, de lo que compra, dinero
y tal, sea buena cosa un libro digital.
Disfruta. Madera clara, papel satinado, letras, un dos, un dos, orden.
Séptimo paso, al otro escenario, son mucho cuatro, me voy a dos, tres,
dos, uno.
Octavo paso, el protagonista de la prisa por consumo, sé, lo sé, ya
fue en la velocidad, sé que será así, bastará con abrir en cualquier página
para querer alimentarse de todo y subrayarlo todo y cinco llaves de atención
abiertas en una misma página.
Por supuesto, pruebo, dos primeras hojas, primer capítulo: todo, que todo
me acompañase fuera, sin olvidar una coma.
Y ¡ay!, haberlo alargado tanto,
haberme ordenado un poco para llegar a abrir el libro. A veces crear un momento estético devuelve el orden y de repente parece
que se puede vivir normal, revivir, otra vez. Y a cada palabra, una persona
distinta, otra ya
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