domingo, 5 de mayo de 2024

Mi libro madre, mi libro monstruo de Kate Zambrano



Cómo contar un libro que no sabes resumir, pero sabes que releerás, que cambiará tu escritura, que baila con otras autoras, que llevas días de repente encontrándote con él, en momentos de duelo de amigas, en poemas que te atan los zapatos, en la foto de tu propia madre, de su historia escondida que no te atreves a preguntar.

El libro cuenta cómo descubre, pierde, reconoce, rehace,contextual, canta, llora, se abraza y sigue pensando, descubre, pierde, reconoce, reinventa, revive, repiensa a su madre, en un fragmento que sigue a otro y la sigue a ella, no un diario, no un ensayo, no unas memorias, no un duelo: sí un diario, sí un ensayo, sí unas memorias, sí un duelo: contexto, diálogo, observación.

Un libro que parece que estuviese haciéndose de la vida en paralelo: sale Juana de Arco de Dreyer, película que me obsesionó tanto tiempo, Juana estuvo en fotogramas, nueve, impresos, ordenados, en su momento de dolor, pegados cutremente sobre un cartón con cola diluida en la casa de Santa Isabel, como los carteles de antes, con esa escena clave de Dreyer, teniendo ya tantos libros de Artaud conquistando mi estantería, en esa distancia entre la inocencia y la escucha. Entiendo que esta es la afinidad biográfica que rodea la lectura, que crece, que nos acerca a unos libros más que a otros.

No sólo el tema, sus herramientas, los personajes y cómo los teje, los descubrimientos.

Bourgeois fue la base de mi trabajo inacabado de tercero en pintura, un referente, la textura y la tensión. Amores que llegaron antes de la obsesión de la literatura, de la poesía. Amores previos a la necesidad compulsiva de leer sobre el duelo, sobre la pérdida.

Y el intertexto, esa manera de tejer la lectura con la escritura, de enamorarse y hacer propia la frase de otro, las suyas que quedarán por resonar. La experiencia propia que te atenta, porque se recoge la verdad, una verdad que no es sólo de Kate Zambrano, que no es biográfica, que es visible y compartida, pero que ella sabe decir y cómo "El olor de la piel de mi abuela, cálido y húmedo, sus dedos amarillentos y arrugados". "A una le puede paralizar también su propia madre". Saber la exactitud de esta frase, ubicarla en tu propio fichero: "Las fotografías no reflejan la turbulencia que hay debajo".

Frases que te resuenan a ti, y yo, madre sin hijos no puedo evitar pensar, si en algún momento puedo ser madre-madre, qué quedará de mí que ellos entiendan. Sé de mis padres porque pregunto, pregunto mucho. Sé lo que no sé porque se atisba: esa parte donde no estabas, esos reproches pequeños que a veces asaltan y dejan una textura diferente. Tuve que pensar a mi madre en una época larga donde ella no estaba, cruzábamos cartas, llamadas de cinco minutos: en ese tiempo inventé parte de mi madre. ¿Se podrán acabar esos inventos?

Poco sé decir de este libro, sí sé que se queda, que pasa a formar parte de una, que abre asombros y que asusta, porque podrías ser ese Henry Darger, guardar ese dolor en los cajones, quedarte en la imaginación, funcionar de una manera distinta de funcionar. Dice la contraportada "El texto se ramifica en una anatomía fracturada de la melancolía" Sí: la convoca, la cuestiona, la dialoga: un texto que dialoga no acaba nunca.

Decir, por último, qué bella la nota de los traductores, que cuidada la traducción de Carlos Bueno Vera y Violeta Gil, con los detalles, la inteligencia y el acierto en la propuesta del título a la autora, qué dulzura nace entre las palabras murmullo, monstruo, madre.