miércoles, 19 de junio de 2024

La última Coca-Cola de Maite Martí Vallejo



 "Nacer o hervir"

No saber qué decir de un libro, pero saber que no puedes dejar de hablar de ese libro, hablar de lo que se escapa de esa lectura, de la sensación de estar leyendo una quimera hecha de trozos, de reconocer partes y de desconocer la mayoría, de quedarte mecida en su sintaxis entendiendo que hay mucho más de lo que puedes ver, pero que todo lo que ves ya es grande, distinto, nuevo, verdad a la manera que es verdad lo poético, con dientes.

Escuchar qué se ha dicho del libro, leer lecturas del mismo que te abren puertas a nuevas maneras de leer, estar sorprendida, sorprendida, sorprendida, esperar que se vacíe la nevera porque antes de que el libro tuviese cuerpo sabías cómo lo querías ver, solo, nuevo, vivo: sentirte tonta y graciosa al hacer esta chorrada de meter un libro en la nevera, querer conservar para siempre la sensación de la primera lectura, pensar, ¡qué suerte estar siguiendo la pista a Maite! Quererla tanto por esa primera lectura en pdf ante el chivatazo de Luz, ¿me ha dicho un pajarito algo de poemario y Coca-cola? Tener la sensación de estar leyendo algo mágico, inasible:
Estoy leyendo un poemario que es una locura, le decía a Patri, y en la línea 9 pasarme de parada porque púrpura y porque búsqueda en google y porque idiota, la forma de la familia de leer y que nos caiga la baba.

Describe mucho mejor en el prólogo Luz qué es y cómo tiembla el cuerpo en esta lectura.

De alguna forma hay algo oculto que se dice sin decir que poco a poco se va quitando capas y activando sospechas, pero sin lograr atraparlo del todo, como si justo cuando fueses a agarrar parte del sentido éste girase e hiciese una mueca burlona, como de fauno, y echase a correr, juguetón, pero menos que en libros anteriores, irreverente, pero más cansado.

Todo ello lo hace dejando miguitas de coordenadas, el síntoma, los insultos, las cosas como son (¿cómo son?), de alguna forma lo cotidiano entra como una bofetada para desmitificar y espabilarnos. Hay reflexión, hay a veces pensamiento, pero en acto: no trata de domesticar, no es didáctica, nos zarandea.
"(...)La multitud asume/ que solo es sobrenatural quien puede"

El poemario en sí está hecho de acto, de verbo, de descripciones escuetas, sin adjetivos. No hay preciosismo ni se fuerza el lenguaje a vestirse de poema rancio, no hay florituras. Golpe, pausa, golpe, sed, golpe y púrpura.

Dice, se dice, nos dice, el lenguaje se posiciona: no se compadece, abate.

Los libros a veces te dicen lo que tú estás pensando, en esto la poesía levanta el vuelo: cazadores recolectores, el pecado original, la llegada de la domesticación, el rojo de la sangre: sé que leo esto porque estoy en esto y porque está también en el poemario, como otra apertura de sentido, la cita de San Pablo me advierte la conciencia de muchos caminos, los apaches susurran lenguajes parecidos para nombrar a Eva.

"Los que comían caracoles estaban famélicos. ¿Era eso el pecado original?(...) El mal , es una gota dentro del molusco."

La geografía de lo erradicado, de la barbarie, de lo diferente. No leí esto la primera vez, pero leer también es completar, permitir las imaginaciones. Reconocer la maldición. ¿Qué nos activa la huida?

"Aunque hay un solo nombre para el dolor, hay muchas formas de ser excesiva"

Prometer curar, prometer cuidar.

"Te diste cuenta porque prometí curar que no cumplo/ mi palabra"

No sé explicar esto, sólo leerlo y leerlo y leerlo.

"Dije la verdad creyendo que no lo era, que eso no podía pasarnos a nosotros".

Generosidad, de nuevo, es otra palabra para decir el libro. Sigue "como si nosotros fuera a resucitar por estar en un prado verde y florido. En efecto, la risa"

Seguimos con el itinerario de la matanza, del daño a tamaños distintos, llegamos a Henoch, llegamos a Dresde, la púrpura que luego cogerá al testigo, carne de su carne, "¿Puedo contar su historia para contar lo que sé?" El poemario cambia el volumen, no sé si lo sube o lo hace casi inaudible, sí sé que lo cotidiano irrumpe, arrasa Europa, lo entiendo casi como una continuidad.

Sé que estoy leyendo, sé que esto es un viaje, ¿en dónde estoy ahora?

"¿Para qué una historia local si el centro de todos los sentimientos no es de aquí?"

En la segunda parte del libro volvemos a las pistas sembradas, Georgia, Mitchell, los búfalos, cierto cansancio, una especie de retroceso y más y más preguntas.

"Quizá sea un error pensar en términos de conflicto. Los sentimientos no se equivocan. Son malos o tristes pero no son un error."

Este poemario hace y hace y hace y jo.

"A César Vallejo le salía espuma. ¿Cuál es mi modo de fracasar? Como asunto nos agotamos enseguida."




miércoles, 29 de mayo de 2024

Sol de Dafne Benjumea en Ril ediciones


Le he seguido la pista desde que Mariano me dijo: léela.

Pasa como pasa con Juan Andrés García Román, Ángela Segovia y Berta García Faet. Y digo que estos tres últimos, a los que sumar a Dafne y a otras cuantas lecturas que últimamente son todo aciertos y entusiasmo, porque están haciendo algo diferente, una textura nueva, una manera de querer estar en los universos que crean y un revulsivo inmediato que provoca la escritura.

Tengo varios libros que quiero pensar más en este formato, pero el tiempo es corto y da y puede hasta donde llega.

En la última época he leído asombrada el último libro de Claudia Caparrós (plagadito de aforismos a mi entender, provocador de escritura), el publicado por Ultramarinos de Laura Rodríguez Díaz, el de Juan de Salas, el primero publicado por la Uña Rota de Kate Zambrano teniendo a la espera el segundo con muchas ganas y Crush de Richard Siken, con una traducción que me ha parecido deliciosa, también en Ultramarinos. 

De estos dos últimos trataré de pelearle al tiempo un ratito para pensarlos, porque tengo la necesidad de arañar más la lectura, analizarla: pero lo haría con todos los mencionados, tengo la sensación de haber abierto una puerta grande donde empiezan mundos nuevos.

Concretamente quiero enlazar esta escritura de Dafne con estos tres primeros poetas mencionados porque entiendo que hay un imaginario, un simbolismo y una imaginación, trovada y cantada, que se entiende muy bien con varios libros de los autores y con la alquimia que vertebra y domina la sorpresa de este último poemario.

En el anterior la escritura hace sombra, quiero decir: provoca presente. Este Sol está lleno de ventanas de significados, de señalíticas y de todo aquello que no entendemos, pero sí, con ese además que acompaña a las palabras, que forman parte de su textura.

Y de eso también está lleno el libro: de texturas, de distanciamientos, de escenas: con cierta dramaturgia entramos en el viaje que propone.

Este viaje se advierte ya desde las dos primeras citas, Farai un vers de dreit nein, de Guillermo de Aquitania, This whole world's wild at heart and weird on top, de Lynch. Eso es: cierto surrealismo trovado.

Anoto durante su lectura estos epígrafes: literatura provenzal, naturaleza, cábala y alquimia, el tiempo mágico de la ensoñación, repetición-diálogo, voz interior-voz exterior, onomatopeyas y tacto.

Ordenado para ayudarnos en el viaje de cuatro capítulos en color que nos llevan cromáticamente a sospechar la transmutación, a situarnos, pero en toda transmutación un paso está ya afectado del otro, los indicios llegan antes, el metal se hace líquido, el ave negro, verde. La alquimia amenaza desde el primer poema.

Basándose en las cuatro fases del Opus Magnum, los capítulos no nombrados son el negro, el blanco, el amarillo y el rojo: nigredo, albedo, citrinitas y rubedo. También sus universos son así, estaciones y temperaturas donde la separación no es absoluta, todo está metamorfoseando, es cíclico. 
Apunto poesía-cuadro, poesía-imagen. Poesía donde se dan varias capas de comprensión. Apunto releer con cierta asiduidad:

Cruzada de niños
Leprosa
en mitad de un tiempo en ruinas
Luna menguante.

Se trata de un libro lleno de pistas, que te hace estar en varios planos, en la búsqueda, en el lenguaje, en el simbolismo. Hay muchos recursos literarios que me encantan, las onomatopeyas, las disposición del verso en el blanco de la página, los puntos que se escapan y metamorfosean también en símbolos nuevos, como aquellas semillas que han caído del texto, antes de que caigan en el poema, y han germinado.

Me gusta cómo obliga al ojo a moverse, a dar saltitos, como sus animales que hablan o hay distintas distancias en la escena: una de ella la vemos escondiditos, cómplices, riendo la torpeza de unos monjes que caen, precipitados. Me gusta leer cómo se escribe esta travesura, cómo sucede la magia, la repetición, el sonido-canción que a veces directamente es cantado:

Ay del matorral si te viere
si te viere
y cómo lo hace con/desde la fisicidad:

Me confunden a la noche
un color
y otro
una voz y una
en el cesto

A veces no sé qué leo y otras leo, de nuevo, axiomas cotidianos, verdades y texturas, gusto estético y simbólico, cercanía:

La panadera al igual
a su masa, obra clara y placera

El tiempo en que suceden los poemas parece mágico, diríamos medieval, diríamos de cuento, pero sin la bondad del cuento, con picos, plumas, ríos, ermitas que ríen y, por tanto, no son mudas.

en cereal tus voces
para contenerte,

Hay distanciamientos que crean dentro de poemas ya en sí, crípticos y a la vez, nana, sonrisas esquivas: las líneas de la mano pronto van a pensarse ausentes en el muñón, me pregunto qué quiromancia le queda al manco, dónde el destino y cómo mira las señales aquel que no ve. Hablo con Paco antes de dormir de qué es no ver, debe ser ver como con un sobaco, dice, es decir, nada, entonces pienso en un ruido, será ver un ruido, un viento que huele: me asusta no poder mirar y a su vez, todo el domingo ha sido embebido, desbordado, por este Sol que ciega y alumbra de forma simultánea. 







domingo, 5 de mayo de 2024

Mi libro madre, mi libro monstruo de Kate Zambrano



Cómo contar un libro que no sabes resumir, pero sabes que releerás, que cambiará tu escritura, que baila con otras autoras, que llevas días de repente encontrándote con él, en momentos de duelo de amigas, en poemas que te atan los zapatos, en la foto de tu propia madre, de su historia escondida que no te atreves a preguntar.

El libro cuenta cómo descubre, pierde, reconoce, rehace,contextual, canta, llora, se abraza y sigue pensando, descubre, pierde, reconoce, reinventa, revive, repiensa a su madre, en un fragmento que sigue a otro y la sigue a ella, no un diario, no un ensayo, no unas memorias, no un duelo: sí un diario, sí un ensayo, sí unas memorias, sí un duelo: contexto, diálogo, observación.

Un libro que parece que estuviese haciéndose de la vida en paralelo: sale Juana de Arco de Dreyer, película que me obsesionó tanto tiempo, Juana estuvo en fotogramas, nueve, impresos, ordenados, en su momento de dolor, pegados cutremente sobre un cartón con cola diluida en la casa de Santa Isabel, como los carteles de antes, con esa escena clave de Dreyer, teniendo ya tantos libros de Artaud conquistando mi estantería, en esa distancia entre la inocencia y la escucha. Entiendo que esta es la afinidad biográfica que rodea la lectura, que crece, que nos acerca a unos libros más que a otros.

No sólo el tema, sus herramientas, los personajes y cómo los teje, los descubrimientos.

Bourgeois fue la base de mi trabajo inacabado de tercero en pintura, un referente, la textura y la tensión. Amores que llegaron antes de la obsesión de la literatura, de la poesía. Amores previos a la necesidad compulsiva de leer sobre el duelo, sobre la pérdida.

Y el intertexto, esa manera de tejer la lectura con la escritura, de enamorarse y hacer propia la frase de otro, las suyas que quedarán por resonar. La experiencia propia que te atenta, porque se recoge la verdad, una verdad que no es sólo de Kate Zambrano, que no es biográfica, que es visible y compartida, pero que ella sabe decir y cómo "El olor de la piel de mi abuela, cálido y húmedo, sus dedos amarillentos y arrugados". "A una le puede paralizar también su propia madre". Saber la exactitud de esta frase, ubicarla en tu propio fichero: "Las fotografías no reflejan la turbulencia que hay debajo".

Frases que te resuenan a ti, y yo, madre sin hijos no puedo evitar pensar, si en algún momento puedo ser madre-madre, qué quedará de mí que ellos entiendan. Sé de mis padres porque pregunto, pregunto mucho. Sé lo que no sé porque se atisba: esa parte donde no estabas, esos reproches pequeños que a veces asaltan y dejan una textura diferente. Tuve que pensar a mi madre en una época larga donde ella no estaba, cruzábamos cartas, llamadas de cinco minutos: en ese tiempo inventé parte de mi madre. ¿Se podrán acabar esos inventos?

Poco sé decir de este libro, sí sé que se queda, que pasa a formar parte de una, que abre asombros y que asusta, porque podrías ser ese Henry Darger, guardar ese dolor en los cajones, quedarte en la imaginación, funcionar de una manera distinta de funcionar. Dice la contraportada "El texto se ramifica en una anatomía fracturada de la melancolía" Sí: la convoca, la cuestiona, la dialoga: un texto que dialoga no acaba nunca.

Decir, por último, qué bella la nota de los traductores, que cuidada la traducción de Carlos Bueno Vera y Violeta Gil, con los detalles, la inteligencia y el acierto en la propuesta del título a la autora, qué dulzura nace entre las palabras murmullo, monstruo, madre.






lunes, 1 de abril de 2024

Bienvaler de Miguel Sánchez Santamaría

 

Bienvaler de Miguel Sánchez Santamaría, publicado en La imprenta.

Hay un nervio distinto cuando se lee el libro de un amigo, pasa algo, hay textos que conoces, pero el libro les da cuerpo, separa tu experiencia, la experiencia de tu amigo, y hace un cuerpo nuevo. Se produce un temblor. Miguel Sánchez Santamaría (al que a ratos le pongo un de Santamaría, porque le hago izándose con las velas al mar y sabiendo grandes terrenos a su espalda, con un aprendizaje y un filo que he podido ver crecer) llevaba tiempo teniéndonos en tensión, esperando su primer libro. Y aquí está. Y empiezo a escribir esto y sólo he leído el poema y cuando siga escribiendo habré leído el poemario, pero ya en el primer poema la emoción hace un saltito. «La memoria/ corta,/ el oído selectivo/ —por si hay remordimiento—,/ la boca grande/ para escupir/ un río»

Hablaba con Pol ayer de que a veces se lee a los libros y a veces los libros nos leen, supongo que toda lectura, toda selección o mordiscos a los poemas para contar mis subrayados (mis asombros) tienen algo de eso, aquí el encabalgamiento y el cuidado facilitan esos mordiscos, los blancos invitan a robar mejor trozos concretos y el poema respira.

Este poemario es atmosférico, sus partes se entienden, nos acompañan haciendo el camino con total atención: es un poemario que pulsa una lectura calmada y anda a pie, la luz cambia, el poemario avanza y sigue andando.
«¿Comprendéis que la esperanza no está/ en el nombre,/            sino en su reposo?»

Se organiza en tres partes: Valer vivo, Valer harto, Valer otro. Seguro y siempre, Bienvaler.
La primera parte nos cuenta el tacto, nos trae la mano a la mano, la herencia, la sensatez de los tiempos tranquilos y nos advierte en el poema Gemido de creta  «Ninguno eligió su cobre,/ su cincel».
Ninguno es ninguno, dice.

La segunda parte, Valer harto, abre con un poema titulado Fe: es esta sutileza la que nos va llevando de uno a otro, atisbando. A nivel formal es impecable, suena el oído, acaricia, el uso del lenguaje es altísimo, la aliteración y el calambur, la apertura de sentidos, la aparente sencillez: «Y perra pena arrastran; un murmullo les lleva/ su peste particular» Hay un no saber quién eres, dónde y en dónde estás, un preguntarse: podría citar muchos poemas, todos, pero cito Deriva de un hombre y atiendo sus preguntas, lo sé en su ala rota.

Valer otro se inaugura con Digo y Diego, y crecen las preguntas y crece el alrededor de las preguntas y se aumenta el diálogo. Y sigue lo nuevo, las nuevas maneras de decir, cuidadas, precisas: «Títeres bravos/ —pienso—,/ dados inhóspitos para el azar.» su/ propio pie,/ su tropo propio

Leía en uno de los documentos que se regalan (y lo entiendo así, obsequio, suerte de quienes los encontramos) una manera de describir algo que es la poesía de Miguel: a veces en las contestaciones de otros poetas sobre su propia poesía se encuentra una dirección para leer, un epígrafe claro donde leer una manera poética, y hay mucho de eso en Lecturas del desierto. Antología y entrevistas sobre poesía actual en España (2018), donde Verónica Aranda resumía una manera de estar en la poesía que en este libro encontramos «concesión y dimensión contemplativa». Ella lo hablaba en relación a su poética, atendiendo a la herencia de la tradición árabe y la poesía oriental, con especial atención al haiku, y en este caso, contemplación y concesión son dos sustantivos que dicen muy bien la poesía de Miguel Sánchez Santamaría.

«La luz, en cambio,/ es parte de./ Abarca una bondad»

Pero no nos equivoquemos, no es un poemario amable, no es un poemario suave, seguro no es un poemario bonito, es lo que ocurre: «Están muertos la mañana/ y el colmo,/ la espera crítica,/ el humor y su sentido./ La rama y su búho están muertos».

Dice nuevo, dice exacto, dice y hay dolor y hay cuidado: dice la vida y yo digo, gracias y agradezco «que/ insista/ en el gesto amable»

«Aprender que/ raíz/ es para siempre»








domingo, 24 de marzo de 2024

Cómo la poesía

Una amiga de la infancia con la que nos hemos reencontrado (mi infancia de melliza siempre es plural) está rondando, haciendo, queriendo saber la poesía. Cómo estar, cómo escribir, desde dónde. Me pareció una pregunta bonita y le mandé un parrafón que tiene que ver con mi experiencia y con mis propias preguntas. ¿Cómo la poesía?

Lo primero es leer mucho, lo segundo ir viendo qué es la poesía y qué no es, irla trabajando cada vez más como una creación literaria y menos como un contar cómo estamos, que en verdad se hace, pero se trata de que sea desde un lugar diferente, que cambie algo, que cuestione y amplíe.
En esto que te acabo de decir ya habría un montón de poetas que no están de acuerdo conmigo, pero considero que la poesía es una forma de mirar que busca ser distinta al lenguaje cotidiano, al diario, a la conversación. (También, claro, habría un montón de poetas que aquí si están de acuerdo, se comenzaría a ampliar el debate desde aquí con palabras como rito, canto, magia, oración).

Esto que acabo de enunciar es muy importante: hay múltiples formas de estar en lo poético, pero para transitarlas considero que es importante preguntarse qué es lo poético. Eso nos lleva al primer consejo: leer mucho. Entonces por ir resumiendo:
1. Leer mucho.
2. Ir viendo qué es la poesía.

En el segundo punto empiezan ya a surgir muchas preguntas, ¿es testimonio, es imaginación, es metalenguaje, es extrañamiento? ¿Es curación? Y aquí, mientras que lees y te haces preguntas se llega al tercer paso: el diálogo.

El diálogo es con los textos que lees y las preguntas que haces a esos mismos textos y lo que te preguntas en tu escritura, que siempre va a estar a la vez que todos los pasos. El diálogo tiene que ver con el amor, el amor tiene que ver con la atención: considero interesante comenzar a leer libros de teoría, plantear qué es la musicalidad y como funciona, qué es el verso libre, qué recursos literarios existen.
De repente aparece por una parte la «técnica poética», por así decirlo, la parte más de forma, y por otra, la parte de comenzar a jugar con esa forma, el tema estará siempre y desde los temas que te interesan surgen las afinidades de lectura, surgen también nuevos temas: la poesía es un océano. Este diálogo interesa aumentarlo con formación, que es lo mismo: otra manera de empezar preguntas.

La formación que, de nuevo, es invertir desde el amor y la escucha en lo poético, tiene una ventaja grande para sentir que hay direcciones desde donde avanzar: los profesores te cuentan preguntas, alumbran alguna respuesta y, sobre todo, te proponen muchas lecturas adicionales
Otra ventaja importante de la formación es que estás, a su vez, viendo la obra en proceso de otras personas, preguntarse cómo hacen desde su escritura, compartir textos, generar comunidad. Esto se amplia cuando se acude a presentaciones, a lecturas, charlas, cuando se aprovechan los recursos online. Hay mucho conocimiento ahí, se trata de ir haciendo el viaje.

En resumen, los pasos serían:

1. Leer mucho. 
2. Ir viendo qué es la poesía. 
3. Diálogo, dividido en cuatro patitas. 
3.1 Diálogo con las lecturas. 
3.2 Formación. 
3.3 Diálogo con creadores. 
3.4 Diálogo con tus propios textos. 
4. Aprendizaje y juego.

Creo que son esos cuatro pasos, girando sobre ellos una y otra vez. Mientras están estos cuatro pasos está, además, la escritura. En el paso 1 es muy importante aprovechar lo que existe online y las bibliotecas e intentar que esas lecturas sean amplias. Unos autores nos  llevarán a otros. Los pasos empiezan una y otra vez, el viaje de la poesía es circular, no acaba. 

(Esto no es una lectura, pero es una manera de lectura, que me parece interesante guardarme casi como una auto-receta, para cuando el vértigo).

jueves, 21 de marzo de 2024

Poquita fe, Robin Myers.

En Tener dijo «somos injertos», ahora es un bosque.


Myers, la de los dientes diminutos como las hormigas, la de las promesas tiernas del comercio, la poeta donde hay fruta y adoquines y muchas formas de decir el yo.
Myers fue una de las autoras que me hizo engancharme a Kriller.
Ahora, junto a otras dos editoriales admiradas, comienza a hacerse con un estante entero, y las ganas que tenía de este libro eran inmensas.
La manera en la que me organizo no es tanta ni tan buena y estoy ahora, con otros cuantos a la cola, acabando su lectura.
No es mi favorito de Myers*, y a la vez tiene cosas que lo hacen favorito entre libros, entendiendo que lo admirado, como la amistad, no funciona en pódiums ni medallas. El favorito se lo dejé a mi admirado @adrianmaceda y está en Galicia, cambiando de aires, ¿es el favorito o es el descubrimiento inicial? ¿No le dejé el siguiente porque tenía demasiados poemas al margen?¿Sigue siendo Myers una dinamitadora de poemas al margen? Sí: sin lugar a dudas, provoca el diálogo.







Este libro es algo distinto, quizá más transparente, quizá la transparencia tiene que ver con la presencia: con generar presente o pulsar de una manera muy exacta lo que nos comparte: el dolor, el tiempo, la pérdida, las ganas de creer en la bondad, pero ¿cómo? El deseo, el cuerpo, el sexo, también. Y de nuevo, conseguir el instante, como la pulpa que está en cada portada y en cada libro, la pulpa que ella misma dice. A ratos menos imaginativo que los anteriores, a ratos muy colorido: como estar a mitad de la plaza del pueblo y oír los cascabeles, el humo, ser la plaza, o algo así.

*Escribí no es mi favorito y luego avancé.

Es un libro con curva escénica, va en crecendo, supone aprendizaje y relectura. Dos poemas, creí, cuatro al final, me han dejado muda. El libro que los rodea es bueno, buenísimo, pero esos dos (cuatro) poemas resuenan, la piel queda distinta. Lo que nos junta, a esos poemas y a mí escalofrío, es la experiencia personal. La generacional. La intersección. La vida. Parece que reconocerse en un poema es de primero de lector, en cambio cuando se tiembla significa. Leo la gata ya no, leo los pezones que lo son cuando se activan, leo la inquietud de lo vacío, el impulso de quererlo llenar, el miedo. Quiero decir: es mi favorito, lo es, y eso no significa nada, pero sí hay una certeza, absoluta, estamos ante una poeta que tiene el lenguaje y su alquimia.

Gracias Kriller por traerla otra vez. Gracias, gracias, gracias.

Este es un libro lleno de cuerpos nuevos, lleno de sitios nuevos, de nuevas preguntas hacia la herencia y la metamorfosis de la herencia. Cuando se dice poesía hablamos de esto, justo de esto. 








Me pasó con Corazonada que, de tan inmenso, no he sabido (no sé) cómo dejar la lectura con un sentido que sirva, de alguna forma para contar el libro: cada vez que han surgido debates, que han surgido porque es un libro que, de una manera generosa y diría bruta, ahí te pone no ya un río, un torrente, pero un torrente de agua dulce, y cuando se debate (qué bello que un libro no genere una sola reacción, que mueva) yo solo puedo contestar con frases subrayadas del mismo. Sí, es mucho, sí, se queda uno como si hubiese entrado en una posición distinta del planeta y se sale mareado, sí, como en cualquier poemario, hay textos que brillan más que otros, pero todos tienen brillos: sí, es una escritura inteligente, generosa, que dialoga. Y qué más se pide a un libro, me pregunto, pero cómo contar un planeta entero. Leo lo que la gente que sabe explicarse mejor dice y digo, sí. Oigo las entrevistas y digo, sí.


Con El Arte de encender las palabras me pasa algo similar, no en este caso por ser un planeta-otro, sino porque, de nuevo, la generosidad es inmensa y nos contesta y nos habla. Estás en el libro y te vas a tus textos y dudas, aprendes, hablas de él con los demás: te hace mejor lector, te pone en las cuerdas, con suavidad y dulzura de nuevo, como escritor y, oh, te cede amantes: un libro para entender las palabras cuando encienden, un libro para leer preguntando mejor, pero sobre todo un libro llenito de amantes que te hacen ojitos y que apuntas o los reconoces, amados y dobladitas sus esquinas, en la estantería. Un libro que sabe decir cosas que no sé cómo ha logrado decir. Un libro que debería generar diálogos con otros, con la escritura, obligarnos a sacar esquemas. Pero yo me quedo así, extasiada. Cómo contar el libro: el libro-acordeón, que es algo a lo que tienden los libros de Berta, tan dobladito que le quedan las hojas, que más que señalar hacen de aplauso.

«Cuando digo conocimiento digo fantasía»«lo poético: un yoctosegundo (que puede sentirse como una eternidad) y un acá (que puede sentirse como un por-todas-partes)», nos dice introduciendo el ensayo.
Un ensayo lleno de asteriscos que te mueven por la hoja y te suben y te bajan y te hacen decir ¡oh! muchas veces. Y aún así, le caben más a los márgenes, que no cunda el pánico.

Viendo que no iba a ser capaz, conforme de avanzaba, de saber decir casi nada: empecé a hacer anotaciones y eso os cuento:
  1. Leer a Berta en márgenes y flechas ocupando todos los márgenes de la página me recuerda a mis apuntes: si algo no entraba en el folio donde había 1 idea principal (¿un matiz exacto?)¡alerta! lo podía olvidar al dar la vuelta el folio, así que había que hacer porque cupiese: que la idea estuviera juntita y prieta.
  2. La palabra cuajadura me hace querer comer postres, y yo soy principalmente de salado: en concreto, me hace pensar en los postres de chocolate blanco y una galleta encima, marca Montero, que son muy de mi madre, sin ser de mi madre la fábrica.
*Capítulo 1:  «La poesía es un manto: Tropos y conceptualización»
Como el pan y los pájaros: se abren los caminitos de la lectura que son dirección y pirueta. La lectura de la poesía no es exactamente lineal, ni exactamente a saltos.

*Capítulo 2«La poesía es un pellizco: más allá de los tropos, más allá de la conceptualización»
Hibridar. Corporalidad ¿duendes translúcidos?. Coagular. Presencias. Fantasmitas con huellas tipográficas, un picor de estornudo.
Trovar= robar, ovar.
Chorreante.

*Capítulo 3 ¿Cómo qué...? La lectura como puzle, la lectura como halo. +Color+ Temperatura+ qué puta locura es esto.