miércoles, 29 de mayo de 2024

Sol de Dafne Benjumea en Ril ediciones


Le he seguido la pista desde que Mariano me dijo: léela.

Pasa como pasa con Juan Andrés García Román, Ángela Segovia y Berta García Faet. Y digo que estos tres últimos, a los que sumar a Dafne y a otras cuantas lecturas que últimamente son todo aciertos y entusiasmo, porque están haciendo algo diferente, una textura nueva, una manera de querer estar en los universos que crean y un revulsivo inmediato que provoca la escritura.

Tengo varios libros que quiero pensar más en este formato, pero el tiempo es corto y da y puede hasta donde llega.

En la última época he leído asombrada el último libro de Claudia Caparrós (plagadito de aforismos a mi entender, provocador de escritura), el publicado por Ultramarinos de Laura Rodríguez Díaz, el de Juan de Salas, el primero publicado por la Uña Rota de Kate Zambrano teniendo a la espera el segundo con muchas ganas y Crush de Richard Siken, con una traducción que me ha parecido deliciosa, también en Ultramarinos. 

De estos dos últimos trataré de pelearle al tiempo un ratito para pensarlos, porque tengo la necesidad de arañar más la lectura, analizarla: pero lo haría con todos los mencionados, tengo la sensación de haber abierto una puerta grande donde empiezan mundos nuevos.

Concretamente quiero enlazar esta escritura de Dafne con estos tres primeros poetas mencionados porque entiendo que hay un imaginario, un simbolismo y una imaginación, trovada y cantada, que se entiende muy bien con varios libros de los autores y con la alquimia que vertebra y domina la sorpresa de este último poemario.

En el anterior la escritura hace sombra, quiero decir: provoca presente. Este Sol está lleno de ventanas de significados, de señalíticas y de todo aquello que no entendemos, pero sí, con ese además que acompaña a las palabras, que forman parte de su textura.

Y de eso también está lleno el libro: de texturas, de distanciamientos, de escenas: con cierta dramaturgia entramos en el viaje que propone.

Este viaje se advierte ya desde las dos primeras citas, Farai un vers de dreit nein, de Guillermo de Aquitania, This whole world's wild at heart and weird on top, de Lynch. Eso es: cierto surrealismo trovado.

Anoto durante su lectura estos epígrafes: literatura provenzal, naturaleza, cábala y alquimia, el tiempo mágico de la ensoñación, repetición-diálogo, voz interior-voz exterior, onomatopeyas y tacto.

Ordenado para ayudarnos en el viaje de cuatro capítulos en color que nos llevan cromáticamente a sospechar la transmutación, a situarnos, pero en toda transmutación un paso está ya afectado del otro, los indicios llegan antes, el metal se hace líquido, el ave negro, verde. La alquimia amenaza desde el primer poema.

Basándose en las cuatro fases del Opus Magnum, los capítulos no nombrados son el negro, el blanco, el amarillo y el rojo: nigredo, albedo, citrinitas y rubedo. También sus universos son así, estaciones y temperaturas donde la separación no es absoluta, todo está metamorfoseando, es cíclico. 
Apunto poesía-cuadro, poesía-imagen. Poesía donde se dan varias capas de comprensión. Apunto releer con cierta asiduidad:

Cruzada de niños
Leprosa
en mitad de un tiempo en ruinas
Luna menguante.

Se trata de un libro lleno de pistas, que te hace estar en varios planos, en la búsqueda, en el lenguaje, en el simbolismo. Hay muchos recursos literarios que me encantan, las onomatopeyas, las disposición del verso en el blanco de la página, los puntos que se escapan y metamorfosean también en símbolos nuevos, como aquellas semillas que han caído del texto, antes de que caigan en el poema, y han germinado.

Me gusta cómo obliga al ojo a moverse, a dar saltitos, como sus animales que hablan o hay distintas distancias en la escena: una de ella la vemos escondiditos, cómplices, riendo la torpeza de unos monjes que caen, precipitados. Me gusta leer cómo se escribe esta travesura, cómo sucede la magia, la repetición, el sonido-canción que a veces directamente es cantado:

Ay del matorral si te viere
si te viere
y cómo lo hace con/desde la fisicidad:

Me confunden a la noche
un color
y otro
una voz y una
en el cesto

A veces no sé qué leo y otras leo, de nuevo, axiomas cotidianos, verdades y texturas, gusto estético y simbólico, cercanía:

La panadera al igual
a su masa, obra clara y placera

El tiempo en que suceden los poemas parece mágico, diríamos medieval, diríamos de cuento, pero sin la bondad del cuento, con picos, plumas, ríos, ermitas que ríen y, por tanto, no son mudas.

en cereal tus voces
para contenerte,

Hay distanciamientos que crean dentro de poemas ya en sí, crípticos y a la vez, nana, sonrisas esquivas: las líneas de la mano pronto van a pensarse ausentes en el muñón, me pregunto qué quiromancia le queda al manco, dónde el destino y cómo mira las señales aquel que no ve. Hablo con Paco antes de dormir de qué es no ver, debe ser ver como con un sobaco, dice, es decir, nada, entonces pienso en un ruido, será ver un ruido, un viento que huele: me asusta no poder mirar y a su vez, todo el domingo ha sido embebido, desbordado, por este Sol que ciega y alumbra de forma simultánea. 







domingo, 5 de mayo de 2024

Mi libro madre, mi libro monstruo de Kate Zambrano



Cómo contar un libro que no sabes resumir, pero sabes que releerás, que cambiará tu escritura, que baila con otras autoras, que llevas días de repente encontrándote con él, en momentos de duelo de amigas, en poemas que te atan los zapatos, en la foto de tu propia madre, de su historia escondida que no te atreves a preguntar.

El libro cuenta cómo descubre, pierde, reconoce, rehace,contextual, canta, llora, se abraza y sigue pensando, descubre, pierde, reconoce, reinventa, revive, repiensa a su madre, en un fragmento que sigue a otro y la sigue a ella, no un diario, no un ensayo, no unas memorias, no un duelo: sí un diario, sí un ensayo, sí unas memorias, sí un duelo: contexto, diálogo, observación.

Un libro que parece que estuviese haciéndose de la vida en paralelo: sale Juana de Arco de Dreyer, película que me obsesionó tanto tiempo, Juana estuvo en fotogramas, nueve, impresos, ordenados, en su momento de dolor, pegados cutremente sobre un cartón con cola diluida en la casa de Santa Isabel, como los carteles de antes, con esa escena clave de Dreyer, teniendo ya tantos libros de Artaud conquistando mi estantería, en esa distancia entre la inocencia y la escucha. Entiendo que esta es la afinidad biográfica que rodea la lectura, que crece, que nos acerca a unos libros más que a otros.

No sólo el tema, sus herramientas, los personajes y cómo los teje, los descubrimientos.

Bourgeois fue la base de mi trabajo inacabado de tercero en pintura, un referente, la textura y la tensión. Amores que llegaron antes de la obsesión de la literatura, de la poesía. Amores previos a la necesidad compulsiva de leer sobre el duelo, sobre la pérdida.

Y el intertexto, esa manera de tejer la lectura con la escritura, de enamorarse y hacer propia la frase de otro, las suyas que quedarán por resonar. La experiencia propia que te atenta, porque se recoge la verdad, una verdad que no es sólo de Kate Zambrano, que no es biográfica, que es visible y compartida, pero que ella sabe decir y cómo "El olor de la piel de mi abuela, cálido y húmedo, sus dedos amarillentos y arrugados". "A una le puede paralizar también su propia madre". Saber la exactitud de esta frase, ubicarla en tu propio fichero: "Las fotografías no reflejan la turbulencia que hay debajo".

Frases que te resuenan a ti, y yo, madre sin hijos no puedo evitar pensar, si en algún momento puedo ser madre-madre, qué quedará de mí que ellos entiendan. Sé de mis padres porque pregunto, pregunto mucho. Sé lo que no sé porque se atisba: esa parte donde no estabas, esos reproches pequeños que a veces asaltan y dejan una textura diferente. Tuve que pensar a mi madre en una época larga donde ella no estaba, cruzábamos cartas, llamadas de cinco minutos: en ese tiempo inventé parte de mi madre. ¿Se podrán acabar esos inventos?

Poco sé decir de este libro, sí sé que se queda, que pasa a formar parte de una, que abre asombros y que asusta, porque podrías ser ese Henry Darger, guardar ese dolor en los cajones, quedarte en la imaginación, funcionar de una manera distinta de funcionar. Dice la contraportada "El texto se ramifica en una anatomía fracturada de la melancolía" Sí: la convoca, la cuestiona, la dialoga: un texto que dialoga no acaba nunca.

Decir, por último, qué bella la nota de los traductores, que cuidada la traducción de Carlos Bueno Vera y Violeta Gil, con los detalles, la inteligencia y el acierto en la propuesta del título a la autora, qué dulzura nace entre las palabras murmullo, monstruo, madre.